miércoles, 28 de septiembre de 2011

Escrito en un minuto-diecisiete segundos

Salía de ensayo expresionista. Alguien llamó por mi nombre; yo giré y era ella, una mujer que no veía desde hacía cuatro años.
La abracé de una manera medianamente eufórica; ella no quería soltarme, me decía: No te vayas, ya sé que te esperan afuera, pero no te vayas, por favor.
Así que mientras le contaba de qué se trataba mi ensayo crucé una mirada sudorosa con un hombre que fumaba afuera, justo en la puerta de salida-entrada del teatro.

Hice reír a una mujer a la cual sólo le regalé un par de miradas rápidas, luego le dí mi teléfono a la mujer del pasado y salí corriendo.
En la puerta me esperaba él, lo sé porque su mirada me lo dijo, me decía: Quédate, quédate un rato para hablar conmigo.
Pero no lo hice; me esperaban afuera; subí al carro y miré por la ventana su barba, su bigote, e incluso pude sentir el sabor del cigarrillo en su boca que me besaba a través de la ventana.
Hicimos el amor en fracciones de segundo, sentimos el advenimiento, y luego sentí la nostalgia, esa nostalgia de que hubiera ocurrido y yo tener que irme.

Ahora que lo pienso, casi sin pensarlo realmente, tal vez fue su modo de mirarme el que me desnudó y me vulneró hasta el agotamiento de sí, de mí, de los músicos junto a él, de los actores junto a mí, del cielo sin nubes, de mi carga energética, del deseo contenido. Ahora que lo pienso, casi sin pensarlo realmente, tal vez era él el sujeto que llevo soñando todas las noches y para el cual he escrito, aún sin conocerlo, la mayor parte del tiempo. 

Si es así sé que lo volveré a encontrar, y ojalá pueda dedicarle un poco de tiempo para decirle: Hasta que por fin te encontré.




viernes, 23 de septiembre de 2011

A-


Empezamos con ésto un Lunes feriado que se sentía como un Domingo. Queríamos hacerlo cada Domingo en la noche, puesto que el vacío nocturno se había vuelto insoportable.
Tal vez ésto no desee leerlo nadie, y aquellos a quienes escribimos, por quienes escribimos, para quienes escribimos, jamás empleen un poco de su tiempo para sentirnos.
Yo hago el amor con las palabras, que es lo único que tengo, y el tiempo continúa con su rumbo impenetrable. 

Algunas noches desprecio al Amor, lo maltrato con este cándido coloquio porque anhelo que me invite a acompañarlo, que toque a mi puerta, que baile o sonría, al menos una sola noche, para mí. Pero nada pasa, y todos los días de la semana saben a Domingo nocturno. Hasta los dedos se cohíben ahora de escribir verdades, los dedos que desearían levantar al cuerpo de esta silla de lamentos y música dedicada para llegar hasta el Amor a reclamarle su abandono.
No sé cuándo perdí el juego o si alguna vez dije una mala palabra que hirió al Amor, pero desde hace tiempo juega a inventarse en otros cuerpos, emplea nuestros versos en otras voces, camina tomado de otras manos, saborea otra saliva, penetra oscuridades que, sabemos, jamás serán las nuestras.

Esta noche es la noche 777 y el Amor llora y llueve sobre mi tejado porque me dirijo directamente a él. Ambos estamos tan lejos que somos como dos niños pequeños e indefensos que lloran en su respectivo rincón. Cómo quisiera abrazar al Amor, invitarlo a una copa de vino, regalarle mi saliva para que viajase con ella, bailar bajo la lluvia tomándolo por su propia frontera hasta acabarlo, beber sus lágrimas febriles.
Está lloviendo. Quisiera tener grandes ojeras y estar llorando. Entonces saldría de casa y cantaría bajo la lluvia, bailaría con ella, caminaría con un rumbo fijo y llegaría hasta él. Cuando él abriera la puerta yo no diría nada. Lo abrazaría fuerte, lo empaparía de lluvia y de lágrimas. Y entonces tal vez después emplearía mi voz para decirle “no podía mentirme más, no podía soportar diecisiete minutos más sin verte”.




lunes, 19 de septiembre de 2011

Contreras...y yo, por mi parte.

Esta noche pienso escribir, y pretendo hacerlo sólo porque deseo sentirme elocuente o un poco interesante.
Tendré música de fondo para esta noche, tendré luna llena para esta noche, tendré libros, tendré colores. Tendré mis dedos, que son quienes hablan por mí en las noches.

Contreras pide música triste, yo le doy música triste.
Yo, por mi parte, pido percusión, así me que me doy percusión.
Mientras Contreras llora música yo sudo música, mientras Contreras canta música yo sonrío música, mientras Contreras suspende el vacío nocturno yo juego con él.
La miro a los ojos y le digo lo que no quiere oír, saboreo sus lágrimas y siento cómo de la manera más sutil puedo hacerle el amor a ésa mujer. Cómo me gusta escuchar su risa y saber que ha sido la misma desde siempre, desde que jugábamos a maquillarnos, desde que soñábamos con las películas que queríamos hacer, desde que salíamos de casa a la noche y sentíamos que empezábamos a crecer, desde que teníamos palabras en clave o tal vez desde que sentíamos que nadie más nos podía entender. Contreras prefería el amor terreno, yo por mi parte disfrutaba soñar con los personajes de los libros. Contreras sabía de mí y yo de ella, y eso se sentía bien.
Hoy a la noche la miro y siento que tal vez por pequeños instantes dejamos de ser esos niños y nos convertimos en los adultos que alguna vez soñamos; hoy a la noche la miro y me alegro de que esté llorando, así nos olvidamos de crecer, porque la quiero así: chiquitita, chiquitita, con sabor a lágrimas, a música triste y a café.


Del mundo para el viento.

domingo, 18 de septiembre de 2011

18


Dejamos de escribir. Hoy lo notamos después de una noche lúbrica pero lúgubre. Tal vez anhele hoy más que siempre estar en otra parte, disfrutar al fin de este cansancio, que con el tiempo se ha vuelto difícil de reconocer como mental o corporal, al lado de una voz. Me siento frente al ordenador y con las yemas de mis dedos acaricio unos labios que al parecer son los míos. Ahora siento (o tal vez imagino) la brisa fría sobre mi rostro, un estremecer extraño que se parece al frío; confuso, inescrutable, aquello que cuesta admitir y aceptar como nerviosismo o éxtasis.
Hoy en la mañana pensé en ti, en cómo habría sido este domingo acompañado de tu voz. Hoy en la mañana besé a mi gata sintiendo sus uñas en mi cuerpo e imaginaba el momento más lúbrico contigo. Cerré los ojos y nuevamente pude sentir tus manos acompañándome, saltando en la cama como dos niños chiquitos.

Pasaré cinco minutos cada noche junto a mi perro, me revolcaré en el pasto y le contaré qué tal estuvo mi día, le preguntaré por el suyo y qué tipo de sueños soñó mientras estaba despierto.

Miraré hacia la ventana justo antes de dormir, mi gata rozará su cuerpo con el mío y juntas suspiraremos mirando hacia arriba; siete segundos en silencio haciendo el amor con la luna.

Hoy a la noche te deseo, pero desear se ha convertido en algo repugnante y execrable. 




sábado, 3 de septiembre de 2011

Quiero que aparezcas

Quiero que aparezcas de súbito, quiero cerrar los ojos indefinidamente hasta estar segura de que tu figura se encuentra frente a mí.
Quiero que me escribas, que dibujes y cocines para mí, que busques como un enfermo flores azules para poder juntarlas con mis miedos.
Quiero que susurres en mi oído, que me cuentes una y otra vez la historia del Enano Tremontino sólo porque tienes ganas de saber mi nombre nuevamente.
Quiero que me sueñes, que cierres los ojos porque ya no puedes soportar diecisiete minutos más sin mi voz o mis silencios.
Quiero que existas, al menos una noche más, para poder recordarte, para que mi cuerpo no olvide que alguna vez tu cuerpo estuvo junto al mío, para que yo no olvide que tu voz es mi favorita entre las pocas que conozco, para no olvidar olvidarte y olvidar el dolor de quererte.
Te quiero a ti, a tu estúpida ilusión de ser un sujeto senil, a tu sabor de albahaca en la boca, a tus palabras en mi espalda, a tu pared con mis dibujos, a tu cicatriz en el pecho, a tus muslos exquisitos que parecen de mujer.
Lo que más quiero es recordar que alguna vez estuviste para mí, respiraste junto a mí, suspiraste por mí, cantaste para mí y te dormiste después de hablarme a mí.
Quiero que me acompañes una madrugada porque deseo desvelarme.
Quiero que sea tu voz quien me despierte en las mañanas, o tal vez antes, incluso.
Quiero beberte un poquito más, quiero dejar de perderte, quiero extrañarte pero sólo porque ya he estado un montón de tiempo contigo.
Quiero rechazarte de entrada para después no querer irme de tu lado.
Quiero humedecer mi sexo con tu boca mordiéndome las manos, tus manos acariciándome las piernas, tus piernas levantándome lentamente.
Te quiero a ti, no al vacío que me quedó después.




jueves, 1 de septiembre de 2011

Vamos a cerrar los ojos


Ya hemos pasado la mayor parte de nuestro tiempo a oscuras; ahora temo que no seas el mismo, ahora temo y te digo "así podrías ser cualquier otro".
Ya hemos transgredido la barrera del querer; ahora siento que me cuesta hacerlo, que me duele con cada gota de sudor de la cual sólo tú eres culpable.

Te deseo, y te deseo tanto que no puedo dejar de verte, de buscarte, de sentirte o imaginarte, de hablarte, de tocarte con una excusa idiota, de querer ser algo parecido a un amigo puesto que hace tiempo perdí la oportunidad de ser tu amante.

Te pido perdón de antemano si alguna de estas noches toco a tu ventana como solía hacerlo al buscarte.
Te pido perdón de antemano si alguna de estas noches deseo hacerte alguna canallada, si deseo confundirte, hacerte vulnerable o simplemente rozarte con una caricia aleatoria y grosera, como alguna vez me escribiste.
Discúlpame si al atardecer pretendo arrancarte la piel.
Entiéndeme bajo la lluvia, eso es algo que sólo tú sabes hacer. 
Si supieras cuántas de mis noches soñé con un amor que bailara conmigo y me abrazara fuerte, si supieras cuántas de mis noches te esperé sólo para verte ir así de súbito, casi de la misma manera como llegaste.

Pasa el tiempo y aún no aprendo a ser buena de entrada, aún temo a hablarle a los extraños, aún temo a los amigos que me toman de la mano por error, aún temo a la hora de dormir.
Vamos a cerrar los ojos para ver si esta vez sí logro dejar de verte, para ver si esta vez sí logro que mis manos se olviden de tus manos, para ver si esta vez sí logro que mi piel se olvide de tu piel.