Salía de ensayo expresionista. Alguien llamó por mi nombre; yo giré y era ella, una mujer que no veía desde hacía cuatro años.
La abracé de una manera medianamente eufórica; ella no quería soltarme, me decía: No te vayas, ya sé que te esperan afuera, pero no te vayas, por favor.
Así que mientras le contaba de qué se trataba mi ensayo crucé una mirada sudorosa con un hombre que fumaba afuera, justo en la puerta de salida-entrada del teatro.
Hice reír a una mujer a la cual sólo le regalé un par de miradas rápidas, luego le dí mi teléfono a la mujer del pasado y salí corriendo.
En la puerta me esperaba él, lo sé porque su mirada me lo dijo, me decía: Quédate, quédate un rato para hablar conmigo.
Pero no lo hice; me esperaban afuera; subí al carro y miré por la ventana su barba, su bigote, e incluso pude sentir el sabor del cigarrillo en su boca que me besaba a través de la ventana.
Hicimos el amor en fracciones de segundo, sentimos el advenimiento, y luego sentí la nostalgia, esa nostalgia de que hubiera ocurrido y yo tener que irme.
La abracé de una manera medianamente eufórica; ella no quería soltarme, me decía: No te vayas, ya sé que te esperan afuera, pero no te vayas, por favor.
Así que mientras le contaba de qué se trataba mi ensayo crucé una mirada sudorosa con un hombre que fumaba afuera, justo en la puerta de salida-entrada del teatro.
Hice reír a una mujer a la cual sólo le regalé un par de miradas rápidas, luego le dí mi teléfono a la mujer del pasado y salí corriendo.
En la puerta me esperaba él, lo sé porque su mirada me lo dijo, me decía: Quédate, quédate un rato para hablar conmigo.
Pero no lo hice; me esperaban afuera; subí al carro y miré por la ventana su barba, su bigote, e incluso pude sentir el sabor del cigarrillo en su boca que me besaba a través de la ventana.
Hicimos el amor en fracciones de segundo, sentimos el advenimiento, y luego sentí la nostalgia, esa nostalgia de que hubiera ocurrido y yo tener que irme.
Ahora que lo pienso, casi sin pensarlo realmente, tal vez fue su modo de mirarme el que me desnudó y me vulneró hasta el agotamiento de sí, de mí, de los músicos junto a él, de los actores junto a mí, del cielo sin nubes, de mi carga energética, del deseo contenido. Ahora que lo pienso, casi sin pensarlo realmente, tal vez era él el sujeto que llevo soñando todas las noches y para el cual he escrito, aún sin conocerlo, la mayor parte del tiempo.
Si es así sé que lo volveré a encontrar, y ojalá pueda dedicarle un poco de tiempo para decirle: Hasta que por fin te encontré.