lunes, 16 de enero de 2012

Sólo quiero beber cerveza y hacer chistes.


Sólo quiero beber cerveza y hacer chistes.
Brindar y cantar a toda hora.
Pero no quiero besarlo porque no lo deseo.
Porque su saliva no combina con la mía.
Y porque él no sabe de mi amor, y yo no sé del suyo.
Su amor debe ser rosadito y de cristal.
El mío es azul, es maleable y navegable como el agua.
Como el mar.

Y dos amores así no van a querer juntarse jamás.
Y yo estoy enamorada de sueñitos e ilusiones, y sobre todo de imposibles.



Quiero hacerte el amor todos los Jueves a la noche.


Es de noche y creo que me he enamorado.
Me he enamorado de unas palabras y unas letricas, y aquél ni siquiera sabe que existo.

Parece que el amor es así, una metáfora, una ilusión, una alucinación.

Huyo porque temo, porque no quiero aferrarme a tu saliva y a tu voz.
Te escribo porque anhelo que me busques, que sea de noche y me maldigas por ser tan distante.
Tengo ganas de bailar contigo en la oscuridad y desnudarte. Y jugar a inventarte; desde el rostro hasta los pies, desde tus olores hasta tus pasiones, desde tu sudor hasta mis suspiros.
No quiero abandonarte, pero eres lo que hace a la noche catatónica, lo que me convierte en un ser decadente. Y me pierdo, me pierdo justo cuando apareces de repente, me pierdo si tú te pierdes también.
Quiero besarte la boca y hasta los dientes mientras sea posible.
Cuando vayas a dormirte deséame buenas noches.
Y ojalá soñaras con sábanas blancas y obscenidades al oído.

Yo ando ganas, ganas de ti.
Hoy lo dije en voz alta y sonreí.
Mi día estuvo raro, subí a muchos buses y recorrí una parte extraña de la ciudad.
Luego me ví con muchos amigos a la vez y todos reímos y tomamos café.
Me fumé uno, dos, tres cigarrillos.
Pensé en ti al atardecer y luego te olvidé.
Bebí cerveza para suavizar la noche y llegue a casa para beberte a calores.

Necesito que miremos hacia arriba y contemos estrellitas hasta dormir.
Me pongo celosa y me muerdo los labios pero no te digo nada.
Pongo la música a todo volumen y bailo mientras olvido que el tiempo existe.
Luego tomo una ducha caliente y pienso en lo bonito que sería bañarnos juntos.

[Muérdeme los labios, dime que te pones celosa y empútate conmigo nena, te hace falta, te amo, me despiertas, eres de lo lindo que me pasa, eres de lo que nunca me pasa, cosita linda, tócate el ombliguito cuando pienses en mí o viceversa.]

Se siente bien el roce de los deditos en el ombligo. Te siento bien en mi cabeza y en mi boca, también.

[Qué ganas de verte, qué sueño, ojalá te viera todos los días y quisieras verme.]

Quisiera vivir contigo. Odiarte justo en la mañana y besarte salvajemente después de un jugo de naranja.
Odiarte en horas de trabajo y amarte a la noche.
Morderte los muslos y saborearte justo antes del 'buenas noches'.
Déjame sentirte cerca, déjame rozar los cuerpos, déjame destender tus sábanas blancas, déjame darte besitos en las cejas y en la nariz.
No me pongo seria porque no todos los días a la hora del break voy a querer sentirte. No todos los días voy a querer arrancarte la piel. No todas las mañanas voy a pensar en ti. No todas las horas voy a escribir para ti.

Quiero hacerte el amor todos los Jueves a la noche.

[Te quiero besar las piernas, por la parte de adentro.
Pero no en metáforas ni tildes, ni en sueños ni sábanas.]

Yo quiero que lo hagas también.
Contemos estrellitas hasta dormir. Sueñitos azules, canciones tristes, botellitas de alcohol.

[Te amo cosita linda, qué lindo que suena, volví para decirte eso, ya me voy, te beso en la boca, buenas noches, suéñame si me vas a olvidar luego entonces.]

Te amo muñequito. Sueña con elefantes.




sábado, 14 de enero de 2012

Es cierto, yo lo maté.

Nuevamente viajo por el túnel interminable de tus nervios.
Esta noche te rechacé porque pensaba en el tiempo y en ti.
Te rechacé justo como lo hice hace unos años.
Esa mirada recelosa que se formó en tus ojos, era la misma de antes.
Tardaste mucho en responder con gestos incontenibles.
Finalmente un sonido seco salió de tu garganta y yo te di un beso en la mejilla que fue la mentira más grande de toda la noche.
Luego me abrazaste para el frío de la noche, que según tú, después de salir a la avenida, estaba exagerado.
No podía engañar a mis ojos mirando hacia todos lados, sintiéndome inaccesible.
Y pensar que todos estos meses tan llenos de mis súplicas se resumían en una sola frase. Yo maté al amor. Lo maté durante aquellos años en los que tú llorabas por mí y yo sentía aquellas lágrimas absurdas.
Pretendías revivir al amor con secretos ante la luna, con las palabras mágicas que incluso yo solía usar.
Lo maté porque te odié en la cama, porque te odié en las mañanas, porque te odié en el 'buenas noches', porque te odié cuando me dabas en papeles de colores palabras que había escrito para ti, porque te odié por haberlo hecho nacer.
Te odié porque después de que nació, parecía que solamente yo lo había notado. Te odié porque no sabías aliviarme mientras yo lloraba en la parte de atrás del parque.
Te odié porque acariciabas mi rostro al mismo tiempo que veías televisión.
Te odié porque cuando hablábamos no eras capaz de detallarme las pupilas.
Y ahora que han pasado unos cuantos años vuelvo a recordar que te deseo y te lo digo. Te digo déjame probar tu boca. Y tú dices ya no es posible y ya no quiero. Y yo te pregunto el porqué y tú respondes: porque tú mataste al amor.

Ahora que lo escribo me parece oblicuo y mordaz.



martes, 10 de enero de 2012

La noche del 7.


Es de mañana y no aguanto, no puedo esperar a que llegue la noche para escribirte.
Amaneció y pensé en ti. Anoche saboreé un cuerpo y no fue el tuyo.
Anoche el aguardiente y la cerveza hicieron otra vez lo suyo.
Tengo ganas de un cuerpo, sólo un cuerpo, sin rostro, sin historia, sin identidad.
Voy a escribirle cartitas de amor a ese cuerpo y entregárselas mañana a la noche.
Tengo los ojitos encharcados. Lagrimitas dulces.
Tú dices que mis piernas cortan las lenguas del sol, que me quieres besar las piernas, besar el labio de arribita, besar el ombliguito y la mano izquierda, y que ojalá no andes ya hundido en mis juegos.

Prometí escribirte cuando abriera los ojos y hasta ahora lo hice. El día no tuvo sol.
Es Domingo, eso resume todo lo que sucede. Al parecer ya no voy a bañarme o tal vez lo haga sólo para salir al parque y recostarme en el pasto a contar estrellas y fumarme un cigarrillo.

Pues vaya que sí me hiciste sonreír.
Me gustan tus palabras, tú me gustas también.
Se me olvidó contarte, creo. Compré un caballete para pintar. Y con él quisiera pintarte un montón de cielos azules y atardeceres.
Tengo ganas de beberme las penas contigo como antes, y darte un poco de mi instinto animal y de mis suspiros.

Tengo una botella de vino. Para darle chupitos y flotar pensando en agarrarte por la espalda suavemente. Con los dos brazos como te gusta.
(…) Sólo quería beberla y agarrarte por la espalda para voltearte y besarte un poco salvajemente.

Esta botellita está suavecita.
Está como para navegar en tu entrepierna.

Me gusta gritar y alzar los brazos recordando esa lengua. Esas manos que me empujaron contra la almohada. Esos dedos que apagaron la televisión y mandaron lejos lo que había sobre mi cama. Esa piel que estuvo asidua a mi piel. Ese olor. Esa corta respiración.
Me gusta cerrar los ojos y cubrirme el rostro recordando mis ansias. Mis manos que indagaban. Mis suspiros atrevidos. Mis dientes que mordían esos labios y esa lengua y ese rostro y esas piernas y ese cuello y ese sudor.

Es de mañana y no aguanto, no puedo esperar a que llegue la noche para compartir contigo esa saliva y ese recuerdo. Abro la botella de vino, cierro los ojos y me concentro. Y si lo hago bien puedo reírme, puedo aplaudirme, puedo sentirme.



jueves, 5 de enero de 2012

Madrugada de Enero.

Ando pensando un montón de imbecilidades y quisiera verte para olvidarme de todo eso.
Pienso en el amor, que vuelve con sus preguntas retóricas y poco factibles.
Desearía dejar de escupir a borbotones palabras e historias que no tienen sentido alguno. Estoy harta de mi conformismo, de aceptar que el minúsculo atisbo de amor que he sentido se ha ido, y que ya no hay nada que pueda hacer para impedirlo.
Y es que no es alguien en específico, muñeco, ya te lo he dicho. Es la ilusión y la sensación del cuerpo.
Pero la gente se va y vuelve cuando quiere.
Estoy harta de siempre estar esperando, de siempre estar dispuesta y amable.

Me preguntas a quién espero. No lo sé. A alguien que me aguante, o que esté ahí para mí cuando lo necesito. Cuando más frágil me encuentro y me quiebro y me destruyo. A alguien que me haga reír y comparta los momentos más azules conmigo. A alguien que me invite a escribir o a pintar el cielo de colores.
Pero el mundo se ha vuelto demasiado banal, demasiado carnívoro. Hay demasiada cafeína y demasiada nimiedad. 

Estas noches de insomnio me ha gustado creer que anhelo el calor de una mujer.
Que tengo ganas de regalar flores azules y trasnochar, madrugar, acostarme tarde por esa mujer.

Y yo que quería que me escribieras esta noche.
Tus letricas me hacen sonreír.
También quiero llorar, siempre quiero llorar pero no puedo, y eso hace que tenga ganas de llorar.

Fresco, muñeco. Todos dejan de amarme después de un ratico, y yo sigo amando, pero no importa.

Muñeco quisiera acariciarte el rostro y hacerte dibujitos invisibles con las yemas de los dedos.
Y verte mientras pierdes lo despierto hasta quedarte dormido, hasta agotarte por completo.

Está bien muñeco. No quiero que desees a la mona de tu trabajo. O quiero que le digas cosas sucias pensando en mí, pensando en mi saliva. Y ella podría mandarte al caño o podría entrepiernarte y entonces la jugada saldría mal para mí.

Quiero que me busques, que recorras la ciudad entera hasta encontrarme. Y al llegar a mí quiero que me arrastres, y quiero que me revuelques en el pasto, y me acaricies los hombros hasta que los odies de tanto amarlos.
Ahora que me dices que abra un poquito la boca me gustas más, me dan más ganas de besarte la lengua, de llenarme de tus silencios.
Si te olvido me obligas a recordarte, o me olvidas para que yo empiece a extrañarte.

Me demoro en responderte porque estoy escribiendo, muñeco. Porque estoy grabando en mi cuaderno azul todas tus palabras y mis ganas de ti.
Cuando prometas que no importa lo que pase, que vas a beberte mis lágrimas y mis sonrisas frágiles, ahí te encuentro. 
Guárdala, muñeco. Guarda la botella de licor para que después de ella nos demos besos y cantemos en voz alta y miremos al techo recostados en tu cama.

Chau, muñeco.
Buenas noches, buenos amaneceres.