Otra vez aquí, en el banco de
siempre junto al árbol de siempre. Ya no te tengo, primor, y estoy pensando en
ti, en los errores que cometí. Me muero de ganas por pedirte perdón, las veces
que sea necesarias, las veces que sea posible. Aún no me harto de soñarte, en
algunos sueños te tengo, en otros todo es distante. El cielo está azul, primor.
Es de noche y hay nubes; la luna está detrás de mí.
Debí regalarte la luna, debí
regalarte todas las flores amarillas que encontrara en el camino, debí decirte
lo lindo que estabas justo al despertarte, debí pedirte matrimonio justo cuando
quise, debí besarte a escondidas, sí, pero también delante de la gente.
Todos debieron ver cuánto te quise en los festivos cuando andaba sola por las calles y moría de ganas de sentirte, de buscarte, de llamarte, de hacerte figuritas con las yemas de los dedos untadas de pintura transparente, como tu alma y como tu amor, primor.
Todos debieron ver cuánto te quise en los festivos cuando andaba sola por las calles y moría de ganas de sentirte, de buscarte, de llamarte, de hacerte figuritas con las yemas de los dedos untadas de pintura transparente, como tu alma y como tu amor, primor.
Ya no te tengo, es cierto,
pero te busco en las mañanas al salir de clase, te busco en los pasillos del
teatro, te busco en tu antiguo hogar, donde sé que ya no estás y no vas a estar
así te espere.
Quisiera sentirte temblar junto a mí nuevamente, pero mi efecto senil me condujo a otra parte.
Quisiera sentirte temblar junto a mí nuevamente, pero mi efecto senil me condujo a otra parte.
Discúlpame, primor. No sabes
cuánto lamento no poder beber mis lágrimas contigo, ésas que ya no salen de mí,
ésas que son libros gastados, palabras repisadas y unívocas, como vos mismo lo
dijiste.
Desde lo unívoco, a ti,
primor.
No vayas a odiarme para siempre.
No vayas a odiarme para siempre.
Martes en la noche.
Uno, dos, tres cigarros al
caer la tarde.
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