jueves, 26 de septiembre de 2013

Un amor loco.


Los días están difíciles, negrito.
Te escribo porque me cuesta mucho decirlo en voz alta.
La mañana está gris y lluviosa y mi cuerpo no resiste.
Tal vez ahora sí valga la pena decir que estoy "sobreviviendo", al menos psicológicamente.

Föu tuvo una crisis, está roto, está con sus días vueltos mierda, y el tabaco ya no alcanza, ya no basta. 
Yo sigo pensando que el mundo me intriga, me asusta, me asfixia.
Correr, verlo a él, la sangre, parálisis, la clínica, la conversación con papá y mamá. 
Ellos resolvieron internarlo en una clínica, o así lo llaman: una casa de reposo.
Pavadas, mentiras dulces que son como todos los puñales del mundo y la imaginación.
Todos sabemos que esos sitios son para la gente que no piensa como el resto, todos sabemos que esos sitios son para la gente que tiene otro tipo de ideas en la cabeza, para la gente cuyas ideas son tan fuertes que los arrastran a una especie de catástrofe.

Tengo miedo, negrito.
Ya antes te lo había dicho, que sentía que ya no podría vivir sin él.
Y que nunca más querría conocer a otra persona en el mundo.
Tengo que ser fuerte, él me necesita, pero soy tan frágil.
Ahora que quiero llorar hasta acabarme no puedo hacerlo, y se me atragantan los gritos y las pesadillas.

El mundo es extraño, los días son extraños, las calles son extrañas, incluso los árboles.
"Me quiero morir", le  dije la noche antes del incidente. Y él lloró calladamente al otro lado del teléfono.
Yo sentía que esa idea me comía viva, era cierto, en ese preciso instante ya nada importaba, no iba a matarme, era cierto, pero supe exactamente qué era querer morirse y desvanecerse.