martes, 17 de abril de 2012

No será Jueves nunca más.

Hace aproximadamente unos treinta minutos que dejó de ser Jueves.
Yo hablaba con las mujeres y concluía que desearía volver a enamorarme de los libros, de las nubes, de otras cosas saludables.
Me gustaría volver a ser un niño, así sacaría mis pompas de jabón a las calles para mostrárselas a los patos del lago o a los perros del parque.
La razón mayor por la que desearía ser un niño es para enamorarme de los sujetos de las películas, para volver a soñar siendo consciente de que mi anhelo es imposible.
Ser joven y acercarse a la adultez es una condición execrable, el mundo deja de tener sus colores y queremos/hablamos con otro tono, tratando de demostrar poder y otras cuantas estupideces.
Quisiera ser un niño otra vez para dejar la vida que llevo frente a la computadora, para bailar en mi habitación desnuda y hablarle al espejo creyendo que le hablo a mis amores tan llenísimos de mí.
Volver a besar las paredes de la ducha imaginando que te beso a ti, sentir el agua sobre mi rostro, reír siendo cómplice de mí misma.
Ver tus fotografías una y otra vez, hacerte dibujitos, barquitos de papel. Leer a Cortázar y pensar en ti.


Estoy harta de beber junto a ti, del sabor a cigarrillo que viene al día siguiente. De tener que llamarte una y otra vez para que vengas a verme, de tener que trabajarle a tu humor de mierda para que me beses, de que sepas cuál es el momento menos indicado para acercarte y aún así vengas a abrazarme.
Voy a dejar de regalarte mi amor concupiscente. Tu amor es incoloro, insonoro, unívoco; yo estoy harta de ti. Ya es tiempo de volver al lago para poner a navegar mis barquitos de papel, y volver a la ventana de los jueves con mis florecitas azules deseando un poco más del amour föu, del amor loco, del amor libre.